viernes, julio 30, 2004
Un autobús lleno de empujones me hace abrir como cada mañana un libro completo de poesías, de fantásticos relatos, de vidas ajenas.
Un autobús lleno de empujones me hace abrir como cada mañana un libro completo de poesías, de fantásticos relatos, de vidas ajenas.
El hecho de tener que estar de pie, con una mano luchando contra el tráfico y con la otra manteniendo el libro no me impide sumergirme entre las palabras. Me hundo y me ahogo en cada verso, naufragando en cada página, y resucito una y otra vez para que se repita la travesía.
Una frase me enreda y me hace pensar.
Cierro el libro y miro a la nada para buscar respuesta. Y la encuentro, aunque de otra pregunta. Sentada frente a mí se encuentra la razón de estas líneas...La belleza mas pura es la que no se puede describir, para la que no hay palabras. Reflejarse es lo que hace especiales a unos ojos, al igual que el sabor a los labios. De nada serviría buscar mil adjetivos para hacer entender lo que con una imagen se podría sentir.
Despierto y abro de nuevo mi libro, completo de poesías, de fantásticos relatos, de vidas ajenas, pero no puedo leer nada, sus páginas están vacías, en blanco, al igual que el autobús, desierto. ¿Cuánto tiempo la he estado mirando?Hay un sitio a su lado donde podría sentarme y sentirla más de cerca. La miro e imagino la perspectiva desde allí, pero prefiero mantenerme de pie, frente a ella, contemplándola como el que se para en un escaparate a observar algo que jamás podrá poseer. Mi parada da cuerda al tiempo detenido y pone fin a nuestro viaje.
En la acera veo marcharse el autobús y maldigo la derrota de no haber pronunciado palabra. Celoso abro el libro y veo como las letras vuelven a escribirse, ocupando de nuevo las páginas, mientras dos versos me llaman:"No logro acostumbrarme a los rincones ni a las nostalgias que tu ausencia estrena" Y pienso que tal vez sea por ella, que tendré que volverme un viajero sin maletas".
Que caray, Golosinas.
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