jueves, junio 09, 2005

Comenzar la mañana desayunando jugo de naranja , una taza de café y pan tostado, acompañado de una buena conversación, quizás con aquel amigo que no ves desde hace años. El último suspiro del sol. Ponerle punto y final a una canción desesperada. Elaborar concienzudamente un plan, una estrategia de poeta. Abrazar a tu enemigo después de la batalla. Caer en la tentación, convertirse en un hedonista redomado del sexo, el buen vino y la buena mesa. Investigar a fondo en las cuestiones más mundanas del ser humano ¿Por qué sentimos esa insuperable necesidad de amar y ser amados?
La primavera. Una tarde de verano en aquella ciudad donde nace el mejor mole del mundo. Sonriente y afortunado por compartir una conversación divertida con Ariadna y Saborear todos los besos que das y que recibes. Alimentar tu conciencia de buenas acciones y errores asumidos. Ser aire. Ser fuego. Ser agua. Ser tierra. Ser tu propio elemento.
No me pidas que salte de tu lado. Pídeme otro café que llegamos tarde al cine. No me digas que soy bueno porque siempre quise ser malo. Si no fuera por esta insólita distancia te abririría de par en par mis costillas, para que te pusieras cómoda y te reclinaras bien sobre mi henchido corazón.
La poesía de aquellos que conozco y que no conozco. La que inspiras. Apurar una copa de ron después de haberte recreado en el orgasmo más purificador. La naturaleza viva. El tren llegando a punto a la estación. La lluvia de otoño. El olor a pan caliente. Las constelaciones. Rendirse al rasurado.
Que quede la música. La risa infantil. El vestido nuevo que te regalo mama. Tu presencia, tu sola presencia y tu amistad forman parte de aquellas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena, que me levante con fuerzas cada mañana y que este puto mundo parezca más amable.