sábado, septiembre 25, 2004

Extraños
La noche hace que los dos extraños se encuentren en un bar. Una noche de esas en las que ella no pensaba salir, en las que pensaba matar el tiempo viendo una película de vídeo en el sofá con su novio. Él tampoco sabía hacía donde le llevarían sus pasos, y ahogaba dudas de amor en ese bar donde coincidirían. Esta vez para conocerse. Los dos extraños se habían cruzado tantas veces por la calle... Delante de la escuela donde ella recogia suspiros, en el centro de la ciudad, en esa acera del barrio... Pero todos, lugares de paso. Quizás esperaban la ocasión de encontrarse en un lugar aislado del mundo, en un paraíso escondido, en la cola de un cine o en un simple bar. Jugaban a imaginarlo. A imaginar ese encuentro fortuito pero tan esperado.La noche toma cartas en el asunto, por fin los extraños se encuentran en un local de la ciudad, a fuera hace frío (incluso llovizna). Ella aparece con un vestido negro estampado con rosas rojas, él, torpe le dedica un saludo con la mirada, y se clavan una flecha justo en el centro del corazón. Aunque ella aparece bien acompañada, juega con la mirada, y le dedica sus mejores sonrisas desde la barra. Después la casualidad hace el resto y por fin se saludan, como si fuera la primera vez que se ven. Se conceden algunos deseos, se intercambian datos y risas. Ella tiene que regresar con su acompañante, confiesa que no es nada serio, y se despide con un beso. “Pero llámame, ¿eh?” Musita mientras él se aleja.Y al salir del local, auque el suelo del mundo se derrumbara bajo sus pies o le cayera el mismo cielo en cima, él ni se inmutaría, porque guardaba en su papel un número de teléfono y el aroma de una mujer increíble en su mejilla. Y las ganas de conocerla. Ella se contagia de la misma ilusión y regresa a su mesa más ilusionada y alegre. Y más hermosa que antes.
Golosinas.


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